Se me averió el niño Jesús
El nacimiento de los pobres, los desheredados, los últimos. Ese es el nacimiento que realmente funciona. Pero sin embargo, "mi nacimiento" esa representación de figuras que cada año coloco en mi casa no funciona. Algo le pasa, pero consigo descubrir de lo que se trata.
Todos los años cuado llega Navidad lo monto muy ilusionado. No reparo en gastos ni medios: mucho papel, figuras, nieve, casitas, musgo, luces... Todos los adelantos de la técnica para conseguir la máxima realidad en esa representación con luces y sonidos. Mis amigos y familiares que lo presencian se quedan boquiabiertos e incluso llegan a emocionarse.
Pero "mi nacimiento" no funciona bien. Me esfuerzo en añadir más colorido, más luces, más efectos, pero es inútil. Es tan real que incluso que parecen que el buey, la vaca, los camellos, las ovejitas, comen y se hacen cada vez más grandes. Incluso que la vegetación que he colocado está fresca.
Pero, ¿qué pasa con el niño? El niño, sin embargo, parece cada vez más delgado y pequeño. Presenta un aspecto lastimoso.
Yno encuentro la forma de evitarlo.
Después de un exhaustivo análisis, caigo en la cuenta de un hecho en el cual no había pensado. El problema no está en el nacimiento; el problema son factores externos. Es desagradable reconocerlo, pero al fín me ha quedado claro.
Hoy vino a verme una persona desesperada, que necesitaba desahorgase. Solamente le hacía falta un hombre amigo sobre el cual apoyarse. Pero yo lo despedí friamente, le solté algunas excusas llenas de hipocresia. Había venido en busca de un amigo, pero se marchó desconsolado, con la herida más abierta, y todo por mi culpa.
No tenía tiempo para más, estaba ocupado. Pero no era cierto.
Cuanbo estaba de camino a "mi iglesia", para asistir a "mi culto", me crucé con el pobre de siempre, el que siempre está en la misma calle pidiendo limosna. Con su habitual olor a taberna, y borracho. "Ojalá desapareciera de una vez - me repugna tanto". Para salir rapidamente de allí deposité en su mano dos monedas y salí corriendo. Llegaba tarde a "mi culto".
Esta misma tarde he ido al asilo a llevar el paquete a "mi ancianita". Pero cuando empezó a contarme por enésima vez sus batallitas y sus propias desgracias, la despaché rapidamente y me marché. Tenía mucha prisa. y la pobre quedó allí desolada, con las palabras en la boca, inmóvil, y con un paquete inútil en sus manos...
De camino a casa, me salió al encuentro esa gitana de cabellos negros brillantes, con su acostumbrado niño raquítico en los brazos. Yo tenía mis manos ocupadas cargando un sinnúmero de paquete y regalos. "No llevo dinero suelto".
Al entrar en casa fue cuando me di cuenta de que "mi nacimiento" no funcionaba. Pero lo comprendo todo. Por eso el niño adelgaza y se ve raquítico, sin color. no he sabido descrubir por las calles a Cristo en el borracho, en la gitana, en el desesperado, en la ancianita. No me daba cuenta de que tiene derecho a verlo crecer en el nacimineto solamente aquel que sabe reconocerle en sus hermanos.
Dios tiene seis mil millones de rostros. Si no sé reconocer al niño en los seis mil millones de rostros humanos, mi nacimineto seguirá siendo maravilloso, tal vez ganará el primer premio del concurso organizado en la ciudad.
Pero "no va". ¡No funciona!
El nacimiento de los pobres, los desheredados, los últimos. Ese es el nacimiento que realmente funciona. Pero sin embargo, "mi nacimiento" esa representación de figuras que cada año coloco en mi casa no funciona. Algo le pasa, pero consigo descubrir de lo que se trata.
Todos los años cuado llega Navidad lo monto muy ilusionado. No reparo en gastos ni medios: mucho papel, figuras, nieve, casitas, musgo, luces... Todos los adelantos de la técnica para conseguir la máxima realidad en esa representación con luces y sonidos. Mis amigos y familiares que lo presencian se quedan boquiabiertos e incluso llegan a emocionarse.
Pero "mi nacimiento" no funciona bien. Me esfuerzo en añadir más colorido, más luces, más efectos, pero es inútil. Es tan real que incluso que parecen que el buey, la vaca, los camellos, las ovejitas, comen y se hacen cada vez más grandes. Incluso que la vegetación que he colocado está fresca.
Pero, ¿qué pasa con el niño? El niño, sin embargo, parece cada vez más delgado y pequeño. Presenta un aspecto lastimoso.
Yno encuentro la forma de evitarlo.
Después de un exhaustivo análisis, caigo en la cuenta de un hecho en el cual no había pensado. El problema no está en el nacimiento; el problema son factores externos. Es desagradable reconocerlo, pero al fín me ha quedado claro.
Hoy vino a verme una persona desesperada, que necesitaba desahorgase. Solamente le hacía falta un hombre amigo sobre el cual apoyarse. Pero yo lo despedí friamente, le solté algunas excusas llenas de hipocresia. Había venido en busca de un amigo, pero se marchó desconsolado, con la herida más abierta, y todo por mi culpa.
No tenía tiempo para más, estaba ocupado. Pero no era cierto.
Cuanbo estaba de camino a "mi iglesia", para asistir a "mi culto", me crucé con el pobre de siempre, el que siempre está en la misma calle pidiendo limosna. Con su habitual olor a taberna, y borracho. "Ojalá desapareciera de una vez - me repugna tanto". Para salir rapidamente de allí deposité en su mano dos monedas y salí corriendo. Llegaba tarde a "mi culto".
Esta misma tarde he ido al asilo a llevar el paquete a "mi ancianita". Pero cuando empezó a contarme por enésima vez sus batallitas y sus propias desgracias, la despaché rapidamente y me marché. Tenía mucha prisa. y la pobre quedó allí desolada, con las palabras en la boca, inmóvil, y con un paquete inútil en sus manos...
De camino a casa, me salió al encuentro esa gitana de cabellos negros brillantes, con su acostumbrado niño raquítico en los brazos. Yo tenía mis manos ocupadas cargando un sinnúmero de paquete y regalos. "No llevo dinero suelto".
Al entrar en casa fue cuando me di cuenta de que "mi nacimiento" no funcionaba. Pero lo comprendo todo. Por eso el niño adelgaza y se ve raquítico, sin color. no he sabido descrubir por las calles a Cristo en el borracho, en la gitana, en el desesperado, en la ancianita. No me daba cuenta de que tiene derecho a verlo crecer en el nacimineto solamente aquel que sabe reconocerle en sus hermanos.
Dios tiene seis mil millones de rostros. Si no sé reconocer al niño en los seis mil millones de rostros humanos, mi nacimineto seguirá siendo maravilloso, tal vez ganará el primer premio del concurso organizado en la ciudad.
Pero "no va". ¡No funciona!
FELIZ NAVIDAD