LA MAFIA DE LA FARMACIA

La mafia médica es el título del libro que le costó, a la doctora Ghislaine Lanctot, el retiro de su licencia para ejercer medicina, al revelar públicamente que a diferentes escalas y con distintas implicaciones, tanto la industria farmacéutica, como las autoridades políticas, los grandes laboratorios, los hospitales, las compañías aseguradoras, las Agencias del Medicamento, los colegios de médicos, los propios médicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) -el Ministerio de Sanidad de la ONU- y el gobierno mundial en las sombras, han creado esta mafia, basada en la explotación de las enfermedades, en beneficio de las mafias de la Industria farmacéutica.No estaría de mas añadir al propio paciente que en la mayoría de los casos mantienen una postura sumisa ante tal corrupción.

Ghislaine Lanctot
Según el danés Peter Gøtzsche, profesor de medicina y farmacología clínica de la universidad de Copenhague, autor del libro “Medicamentos que matan y crimen organizado” Casi 200,000 pacientes mueren por año. A causa de los medicamentos en EEUU tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Él ha comparado a las farmacéuticas con el crimen organizado porque, "extorsionan, cometen fraude, violan la legislación y mienten. Gøtzsche critica las mamografías sistemáticas porque, en su opinión, generan más daño que beneficios y asegura que dos de cada tres cánceres de mama que se detectan son falsos y llevan a la mujer a la quimioterapia y a tratamientos con importantes efectos adversos.
El experto critica los antipsicóticos y antidepresivos, de los que ha dicho que "deberían estar prohibidos en adolescentes y jóvenes". En el caso de Prozac, del laboratorio Lilly, cuyo principio activo es la fluoxetina, es un fármaco “nefasto”, dice Peter Gotzsche, en su libro “Medicamentos que matan…”, y además, que es un fármaco de muy mala calidad, totalmente inadecuado para el tratamiento de la depresión“.
¿Y cómo los laboratorios manejan a los médicos?
A través de los “incentivos” como vacaciones pagas, electrodomésticos, ropa, automóviles y hasta la recepción de dinero constante y sonante. Cómo es el circuito y quiénes lo motorizan. Final del formulario.
De esto, los médicos no quieren hablar, pero es algo tan real y conocido por todos. Un ex director de un hospital mendocino, referenció lo siguiente a un conocido diario: “Son muy pocos los médicos que no aceptan los incentivos", por eso no se habla de eso. Hay especialidades en las cuales es imposible no ser tentado por laboratorios de primer nivel como Roemmers, Roche, Glaxosmithkline, Gador y Bagó” “Se organizan importantes congresos nacionales e internacionales, bancados por los laboratorios, donde distinguidos profesionales, hablan maravillas de la droga en cuestión”.Sin embargo, los beneficios van aún más allá: de los congresos, hay vacaciones pagadas, adquisición de electrodomésticos, ropa, automóviles y hasta la recepción de dinero constante y sonante que los laboratorios aportan a los galenos a cambio de que estos receten sus especialidades medicinales.
El nexo para llevar adelante la maniobra son los “agentes de propaganda médica” (APM), más conocidos como visitadores médicos. “Los APM van a ver a los médicos, que empiezan a rankear y les hacen un reintegro por prescripción”, admitió a MDZ, Marcelo Peretta, titular del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (SAFyB).O sea que a fin de mes, el médico cobra en efectivo. Esto es una práctica bastante reciente, ya que hasta ahora, siempre les regalaban computadoras, viajes u otros bienes tangibles. Está claro que a congresos no vas a ir todas las semanas, entonces los médicos empiezan a pedir dinero. No cobran todos lo mismo, sino que los laboratorios hacen un ranking de prescripciones y prescriptores.
Y ¿Cómo conocen los laboratorios qué es lo que recetan los médicos?
Hay empresas dedicadas al marketing farmacéutico, como International Marketing Services Health y Close Up. Esta última se dedica a recopilar recetas médicas y volcarlas a un libro que luego se vende a los laboratorios a precios descomunales. No hay un monto establecido, un médico puede cobrar $5.000 o $50.000; depende de muchos factores.. Depende también de dónde atiende el médico, la cantidad de pacientes, la especialidad. Hay una nota muy buena que sacó revista Noticias hace unos años que habla muy bien de esto.
Por su parte, José Charreau, secretario de Acción Social de la Asociación de Agentes de Propaganda Médica, coincide en que esas firmas “tuvieron ganancias extraordinarias, por eso disponen de dinero para los médicos en función de lograr mayores prescripciones”.
CONCLUSIONES: En mi país, se puede advertir claramente que los profesionales médicos evaden impuestos, descaradamente, cuando en sus consultorios particulares, por lo general, no emiten facturas de consultas, como tampoco otros profesionales, que hoy no vienen al caso. Y si comparamos con la persecución que sufren otros trabajadores, podemos decir que hay una tolerancia inusual, que nos lleva a pensar en injusticias, por parte de los controles por los organismos gubernamentales.
Respectos de la actuación de visitadores médicos, diré que no tienen otra función que las de ser los emisarios de las coimas médicas, ya que todas las demás funciones, como la de dar pseudos informaciones sobre nuevos medicamentos, debo decir que ellas pueden ser recabadas por Internet, por el mismo profesional.
¿Cómo el Estado permite estas prácticas? Por qué no prohíbe tales tareas inservibles y emplea a los agentes de propaganda médica para controlar a los médicos en sus aportes fiscales ¿O por qué no usa los servicios de Márquetin Health o Close up, para hacerles seguimientos y así saber, si tales recetas corresponden a consultas declaradas o en negro? ¿Por qué el paciente no se defiende de los médicos corruptos? ¿Por qué el Estado se deja presionar por la Industria Farmacéutica? Les dejo las preguntas.

Medicina significa negocio

La autora de “La Mafia Médica” acabó sus estudios en 1967, una época en la que -como ella misma confiesa- estaba convencida de que la Medicina era extraordinaria y de que antes del final del siglo XX se tendría lo necesario para curar cualquier enfermedad. Sólo que esa primera ilusión fue apagándose hasta extinguirse.



Comenzó a observar que no todas las personas respondían a los maravillosos tratamientos de la medicina oficial. Además en aquella época entró en contacto con varios "terapeutas alternativos" que no tuvieron problemas en dejarla ver lo que hacían. Y llegó pronto a la conclusión de que las medicinas no agresivas son más eficaces, más baratas y tienen menos efectos secundarios. En la Facultad nadie le había hablado de esas terapias alternativas no agresivas.

Luego empezó a cuestionarse cómo era posible que se tratara de charlatanes a personas a las que ella misma había visto curar y por qué se las perseguía como si fueran brujos o delincuentes. Por otra parte, como médica había participado en muchos congresos internacionales -en algunos como disertante- y supo que todas las presentaciones y ponencias que aparecen en tales congresos están controladas y requieren obligatoriamente ser primero aceptadas por el "comité científico" organizador, designado generalmente por quien financia el evento: la industria farmacéutica. ¡Si hoy son las multinacionales las que deciden hasta qué se enseña a los futuros médicos en las facultades y qué se publica y expone en los congresos de medicina! El control es absoluto.

Darse cuenta del control y de la manipulación a la que están sometidos los médicos -y los futuros médicos, le hizo entender claramente que la Medicina es, ante todo, un negocio. La Medicina está hoy controlada por las obras sociales públicas o privadas. En cuanto alguien tiene una obra social pierde el control sobre el tipo de medicina al que accede. Ya no puede elegir. Es más, las empresas determinan el precio de cada tratamiento y las terapias que se van a practicar. Por eso, si miramos detrás de las empresas de medicina privada o de la seguridad social... encontramos lo mismo: El poder económico.

Es el dinero quien controla totalmente la Medicina. Y lo único que de verdad interesa a quienes manejan este negocio es ganar dinero. Y esto se logra haciendo que la gente esté enferma... porque las personas sanas no generan ingresos. La estrategia consiste, en tener enfermos crónicos que tengan que consumir todo tipo de productos paliativos, es decir, para tratar sólo síntomas; medicamentos para aliviar el dolor, bajar la fiebre, disminuir la inflamación... pero nunca fármacos que puedan resolver una dolencia. Eso no es rentable. La medicina actual está concebida para que la gente permanezca enferma el mayor tiempo posible y compre medicamentos; si es posible, toda la vida.

Un sistema de enfermedad

El llamado sistema sanitario es en realidad un sistema de enfermedad. Una medicina que sólo reconoce la existencia del cuerpo físico y no tiene en cuenta ni el espíritu, ni la mente, ni las emociones. Y que además trata sólo el síntoma y no la causa del problema. Se trata de un sistema que mantiene al paciente en la ignorancia y la dependencia, y al que se estimula para que consuma fármacos de todo tipo.

De manera oficial, el sistema está al servicio del paciente pero, en la realidad, el sistema está a las órdenes de la industria que es la que mueve los hilos y mantiene el sistema de enfermedad en su propio beneficio. Se trata, en suma, de una auténtica mafia médica, de un sistema que crea enfermedades y mata por dinero y por poder.

El médico es -muchas veces de forma inconsciente- la correa de transmisión de la gran industria. Durante los 5 a 10 años que pasa en la Facultad de Medicina el sistema se encarga de inculcarle unos determinados conocimientos y de cerrarle los ojos a otras posibilidades. Posteriormente, en los hospitales y congresos médicos, se les refuerza en la idea de que la función del médico es curar y salvar vidas, de que la enfermedad y la muerte son fracasos que debe evitar a toda costa y de que la enseñanza recibida es la única válida. Además se les enseña que el médico no debe implicarse emocionalmente y que es un "dios" de la salud.

La medicina científica está enormemente limitada porque se basa en la física materialista de Newton: tal efecto obedece a tal causa. Y, por ende, tal síntoma precede a tal enfermedad y requiere tal tratamiento. Se trata de una medicina que además sólo reconoce lo que se ve, se toca o se mide y niega toda conexión entre las emociones, el pensamiento, la conciencia y el estado de salud psíquica. Y cuando se la importuna con algún problema de ese tipo le cuelga la etiqueta de "enfermedad psicosomática" al paciente y lo envía a su casa tras recetarle ansiolíticos y psicotrópicos.

La medicina convencional sólo se ocupa de hacer desaparecer los síntomas, salvo en lo que a cirugía se refiere, los antibióticos y algunas pocas cosas más, como los modernos medios de diagnóstico, da la impresión de curar pero no cura. Simplemente elimina la manifestación del problema en el cuerpo físico pero éste, tarde o temprano, resurge.

Las llamadas medicinas alternativas o no agresivas, son una mejor opción porque tratan al paciente de forma holística y lo ayudan a sanar... pero tampoco curan. Cualquiera de las llamadas medicinas alternativas constituyen una buena ayuda pero son sólo eso: complementos. Porque el verdadero médico es uno mismo. Y cuando uno es consciente de su soberanía sobre la salud deja de necesitar terapeutas. El enfermo es el único que puede curarse. Nadie puede hacerlo en su lugar. La autosanación es la única medicina que cura. La cuestión es que el sistema trabaja para que olvidemos nuestra condición de seres soberanos y nos convirtamos en seres sumisos y dependientes.

Las autoridades políticas, médicas, mediáticas y económicas lo permiten y los gobiernos no acaban con este sistema de enfermedad, costosísimo porque quizás no saben que todo esto está pasando... pero es difícil de aceptar porque la información está a su alcance desde hace muchos años y en los últimos veinte años son ya varias las publicaciones que han denunciado la corrupción del sistema y la conspiración existente. También podría ser que no pueden acabar con ello... pero también resulta difícil de creer porque los gobiernos tienen el suficiente poder. Por otro lado también se podría pensar que no quieren acabar con el sistema. *

La mafia médica

A diferentes escalas y con distintas implicaciones, la industria farmacéutica, las autoridades políticas, los grandes laboratorios, los hospitales, las empresas de medicina privada, las agencias reguladoras de los medicamentos, los colegios de médicos, los propios médicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) forman parte del perverso sistema de salud que nos envuelve.

La OMS es la organización que establece, en nombre de la salud, la "política de enfermedad" en todos los países. Todo el mundo tiene que obedecer ciegamente las directrices de la Organización Mundial de la Salud. No hay escapatoria. De hecho, desde 1977, con la Declaración de Alma ATA, nadie puede escapar de su control.

Esta declaración dio a la OMS los medios para establecer los criterios y normas internacionales de práctica médica. Se desposeyó así a los países de su soberanía en materia de salud para transferirla a un gobierno mundial no elegido cuyo "ministerio de salud" es la OMS. Desde entonces "derecho a la salud" significa "derecho a la medicación". Así es como se han impuesto las vacunas y los medicamentos a toda la población del planeta.

¿Quién podría dudar de las buenas intenciones de la Organización Mundial de la Salud? Sin embargo, hay que preguntarse quién controla a su vez esa organización a través de la ONU: el poder económico.

Las organizaciones humanitarias también dependen de la ONU, es decir, del dinero de las subvenciones. Y, por tanto, sus actividades están igualmente controladas. Organizaciones como Médicos sin fronteras creen que sirven altruistamente a la gente pero en realidad sirven al mismo sistema.

Hoy día a los investigadores se les "orienta". Los disidentes son encarcelados, maniatados y reducidos al silencio. A los terapeutas "alternativos" se les tilda de locos, se les retira la licencia o se les encarcela también. Los productos alternativos rentables han caído igualmente en manos de las multinacionales gracias a las normativas de la OMS y a las patentes de la Organización Mundial del Comercio. Las autoridades y sus medios de comunicación social se ocupan de alimentar entre la población el miedo a la enfermedad, a la vejez y a la muerte. De hecho, la obsesión por vivir más o, simplemente, por sobrevivir ha hecho prosperar incluso el tráfico internacional de órganos, sangre y embriones humanos. Y en muchas clínicas de fertilización en realidad se "fabrican" multitud de embriones que luego se almacenan para ser utilizados en cosmética, en tratamientos rejuvenecedores, etc. Eso sin contar con que se irradian los alimentos, se modifican los genes, el agua está contaminada, el aire envenenado...

Es más, los niños reciben absurdamente hasta 35 vacunas antes de ir a la escuela. Y así, cada miembro de la familia tiene ya su pastillita: el padre, el Viagra; la madre, el Prozac; el niño, el Ritalin.

Y todo esto, ¿para qué? Porque el resultado es conocido: los costes sanitarios suben y suben pero la gente sigue enfermando y muriendo igual.

Las autoridades mienten

Las autoridades mienten cuando dicen que las vacunas nos protegen, mienten cuando dicen que el sida es contagioso y mienten cuando dicen que el cáncer es un misterio.

Con respecto a las vacunas, la única inmunidad auténtica es la natural y ésa la desarrolla el 90% de la población antes de los 15 años. Es más, las vacunas artificiales suprimen por completo el desarrollo de las primeras defensas del organismo y pueden presentar riesgos evidentes; a pesar de lo cual se oculta. Por ejemplo, una vacuna puede provocar la misma enfermedad para la que se pone. ¿Por qué no se advierte? También se oculta que la persona vacunada puede transmitir la enfermedad aunque no esté enferma. Asimismo, no se dice que la vacuna puede sensibilizar a la persona frente a la enfermedad. Aunque lo más grave es que se oculte la inutilidad constatada de ciertas vacunas como las de enfermedades como la tuberculosis y el tétanos (vacunas que no confieren ninguna inmunidad), la rubéola (de la que el 90% de las mujeres están protegidas de modo natural), la difteria (que durante las mayores epidemias sólo alcanzaba al 7% de los niños a pesar de lo cual hoy se vacuna a todos), la gripe y la hepatitis B (cuyos virus se hacen rápidamente resistentes a los anticuerpos de las vacunas).

Las innumerables complicaciones que causan algunas vacunas están suficientemente documentadas; por ejemplo, la muerte súbita del lactante. Por eso hay ya numerosas protestas de especialistas en la materia y son miles las demandas judiciales que se han interpuesto contra los fabricantes. Por otra parte, cuando se examinan las consecuencias de los programas de vacunaciones masivas se extraen conclusiones esclarecedoras: en primer lugar las vacunas son caras y le suponen a los Estados un gasto de miles de millones de dólares al año. Por tanto, el único beneficio evidente y seguro de las vacunas... es el que obtiene la industria. Además, la vacunación estimula el sistema inmune pero, repetida la vacunación, el sistema se agota.

La vacunación incita a la dependencia médica y refuerza la creencia de que nuestro sistema inmune es ineficaz. Aunque lo más horrible es que la vacunación facilita los genocidios selectivos pues permite liquidar a personas de cierta raza, de cierto grupo, de cierta región... Sirve como experimentación para probar nuevos productos sobre un amplio muestrario de la población y es un arma biológica potentísima al servicio de la guerra biológica porque permite intervenir en el patrimonio genético hereditario de quien se quiera.

La teoría de que el único causante del Sida es el VIH o Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida es falsa. Ésa es la gran mentira. La verdad es que tener el VIH no implica necesariamente desarrollar sida. Porque el sida no es sino una etiqueta que se "coloca" a un estado de salud al que dan lugar numerosas patologías cuando el sistema inmune está bajo. Por lo tanto tener sida no equivale a una muerte segura. Las autoridades nos imponen a la fuerza la idea de que el sida es una enfermedad causada por un solo virus a pesar de que el propio Luc Montagnier, del Instituto Pasteur, co-descubridor oficial del VIH en 1983, reconoció ya en 1990 que el VIH no es suficiente por sí solo para causar el sida. Otra evidencia es el hecho de que hay numerosos casos de sida sin virus VIH y numerosos casos de virus VIH sin sida. Por otro lado, aún no se ha conseguido demostrar que el virus VIH cause el sida, lo cual es una regla científica elemental para establecer una relación causa-efecto entre dos factores. Lo que sí se sabe, sin embargo, es que el VIH es un retrovirus inofensivo que sólo se activa cuando el sistema inmune está debilitado.

Investigaciones de eminentes médicos indican que el VIH fue creado mientras se hacían ensayos de vacunación contra la hepatitis B en grupos de homosexuales. Y todo indica que el continente africano fue contaminado del mismo modo durante campañas de vacunación contra la viruela. Claro que otros investigadores van más lejos aún y afirman que el virus del sida fue cultivado como arma biológica y después deliberadamente propagado mediante la vacunación de grupos de población que se querían exterminar.

Ya en el congreso sobre sida celebrado en Copenhague en mayo de 1992 los "supervivientes del sida" afirmaron que la solución entonces propuesta por la medicina científica para combatir el VIH, el AZT, era absolutamente ineficaz. Hoy eso está fuera de toda duda. Pues se puede sobrevivir al sida... pero no al AZT. Este medicamento es más mortal que el sida. El simple sentido común permite entender que no es con fármacos inmunodepresores como se refuerza el sistema inmunitario. Mire, el sida se ha convertido en otro gran negocio. Por tanto, se promociona ampliamente combatirlo porque ello da mucho dinero a la industria farmacéutica.

El llamado cáncer, es decir, la masiva proliferación anómala de células, es algo tan habitual que todos lo padecemos varias veces a lo largo de nuestra vida. Sólo que cuando eso sucede el sistema inmunitario actúa y destruye las células cancerígenas. El problema surge cuando nuestro sistema inmunitario está débil y no puede eliminarlas. Entonces el conjunto de células cancerosas acaba creciendo y formando un tumor. Cuando se descubre un tumor se le ofrece de inmediato al paciente, que elija entre tres: amputarlo (cirugía), quemarlo (radioterapia) o envenenarlo (quimioterapia). Ocultándosele que hay remedios alternativos eficaces, inocuos y baratos.

Y después de cuatro décadas de "lucha intensiva" contra el cáncer, la situación en los propios países industrializados nos indica que la tasa de mortalidad por cáncer ha aumentado. Ese simple hecho pone en evidencia el fracaso de su prevención y de su tratamiento. Se han despilfarrado miles de millones y tanto el número de enfermos como de muertos sigue creciendo.

Hoy sabemos a quién beneficia esta situación. A quién la ha creado y quién la sostiene. En el caso de la guerra todos sabemos que ésta beneficia sobre todo a los fabricantes y traficantes de armas. Bueno, pues en medicina quienes se benefician son los fabricantes y traficantes del "armamento contra el cáncer"; es decir, quienes están detrás de la quimioterapia, la radioterapia, la cirugía y toda la industria hospitalaria.

La mafia, una necesidad evolutiva

Si un pez cómodamente instalado en su pecera tiene agua y comida todo está bien pero si le empieza a faltar el alimento y el nivel del agua desciende peligrosamente el pez decidirá saltar fuera de la pecera buscando una forma de salvarse. La mafia médica nos puede empujar a dar ese salto individualmente. Eso sí, habrá mucha gente que preferirá morir a saltar. Para dar ese salto es preciso un nivel de conciencia determinado. La información que antes se ocultaba ahora es pública: que la medicina mata personas, que los medicamentos nos envenenan, etc. Además, el médico alemán Ryke Geerd Hamer ha demostrado que todas las enfermedades son psicosomáticas y las medicinas no agresivas ganan popularidad.

Probablemente en poco tiempo todo el mundo se dará cuenta ya de que cuando va al médico va a un especialista de la enfermedad y no a un especialista de la salud. Dejar a un lado la llamada "medicina científica" y la seguridad que propone para ir a un terapeuta es ya un paso importante. También lo es perder la obediencia ciega al médico. El gran paso es decir no a la autoridad exterior y decir sí a nuestra autoridad interior. Tenemos miedo a no acudir al médico. Pero es el miedo, por sí mismo, quien nos puede enfermar y matar. Nos morimos de miedo. Esa es la realidad.

Los medios de comunicación pueden contribuir a la elevación de la conciencia en esta materia informando sin intentar convencer. Decir lo que saben y dejar a la gente hacer lo que quiera con la información. Porque intentar convencerlas sería imponer otra verdad y de nuevo estaríamos en otra guerra. Se necesita sólo dar referencias. Basta decir las cosas. Luego, la gente las escuchará si resuenan en ellos. Y si su miedo es mayor que su amor por sí mismos dirán: "Eso es imposible". En cambio, si tienen abierto el corazón escucharán y se cuestionarán sus convicciones. Es entonces, en ese momento, cuando quieran más, cuando se les puede dar más información.*

Entrevista: Laura Jimeno Muñoz
Adaptación: Marcelo Quiroga


La mafia farmacéutica. Peor el remedio que la enfermedad


El mercado farmacéutico mueve unos 200.000 millones de dólares al año. Un monto superior a las ganancias que brindan la venta de armas o las telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en la fabricación de un medicamento se obtienen mil en el mercado. Y las multinacionales farmacéuticas saben que se mueven en un terreno de juego seguro: si alguien necesita una medicina, no va a escatimar dinero para comprarla. Este mercado, además, es uno de los más monopolizados del planeta, ya que sólo 25 corporaciones copan el 50 por ciento del total de ventas. De ellas, las seis principales compañías del sector –Bayer, Novartis, Merck, Pfizer, Roche y Glaxo- suman anualmente miles de millones de dólares de ganancias. Hay que destacar , además, que todos los grandes grupos farmacéuticos son también potencias de las industrias química, biotecnológica o agroquímica.

Merck, uno de los gigantes farmacéuticos que se vio obligado a retirar del mercado a una de sus estrellas, el anti inflamatorio Vioxx (rofexocib), cuya venta le reportaba 2.500 millones de dólares al año. Debida a los riesgos cardiovasculares que producía.

Hipocráticos hipócritas

Hace tiempo que es vox pópuli el hecho de que los laboratorios acosan a los médicos para que éstos receten con exclusividad sus productos. Un acoso nada incómodo para los profesionales de la salud, ya que por aceptarlo se llevan no pocos beneficios. Lamentablemente hoy en día son una gran mayoría los médicos que de buen grado se dejan caer en las redes de este soborno. Incluso puede observarse, cuando alguien va a atenderse a un consultorio, de qué manera los doctores dejan de lado por varios minutos la atención a sus pacientes para dar preferencia a la recepción, en medio de los turnos, de trajeados visitadores médicos llevando en las valijas no sólo sus promociones, sino también los regalitos de rigor. Una acusación apuntó, con nombres y apellidos, nada menos que a 4.400 médicos de toda Italia y a 273 dirigentes y empleados del grupo británico Glaxo Smith Kline (GSK), uno de los líderes mundiales del sector, cuya sede italiana se encuentra en Verona. Las investigaciones se llevaron a cabo en el período 1999-2002, y las acusaciones van desde soborno y corrupción hasta asociación delictiva en el caso de algunos dirigentes de Glaxo en Italia.

Los métodos de captación de los profesionales utilizados por Glaxo incluían viajes a lugares paradisíacos, relojes de oro, computadoras personales y dinero en efectivo. En algunas conversaciones telefónicas interceptadas por los investigadores en 2003, algunos vendedores de Glaxo se jactaban del aumento en las ventas logrado gracias a los sobornos.

Una buena muestra de que la codicia de la industria farmacéutica ha convertido la enfermedad en un negocio. En el caso antes apuntado, contando con la complicidad de médicos que ningún favor le hacen a su otrora noble profesión, manchando el juramento de Hipócrates y convirtiéndolo en un código de hipócritas.

Bayer, mucho más que una aspirina

Seguramente el grupo farmacéutico más poderoso es Bayer . Una empresa presente en todos los países del mundo que opera en la misma sintonía de colegas suyos como Monsanto y Dow Chemical, multinacionales químicas que también abarcan el rubro farmacéutico. La historia de la compañía alemana Bayer, con su sede central en la ciudad de Leverküsen, se remonta al siglo XIX, cuando nació como IG Farben, y está colmada de hechos aberrantes, pero claro, “de eso no se habla”, y teniendo como toda multinacional con trapos sucios quien se los lave y contando además con 400 parlamentarios en su país, tanto regionales como nacionales, que antes pasaron por las filas de la empresa y continúan brindándole fidelidad. Esta multinacional, que también se identifica con agentes de guerra química, con innumerables insecticidas y venenos caseros, ha trabajado en muchas oportunidades estrechamente con dictadores y criminales de guerra.

Al final del siglo XX y tras una investigación de nueve meses, Bayer fue hallada responsable de la muerte de 24 niños en la remota aldea andina de Taucamarca, en Perú, al ingerir en su desayuno alimentos envenenados con el pesticida metil-paratión, en tanto otros 18 sufrieron daños en su salud y en el desarrollo a largo plazo. El pesticida, un organofosforado que era comercializado por la compañía con el nombre de Folidol, era vendido a pequeños agricultores en toda la zona andina peruana, la mayoría de ellos analfabetos y que solamente hablan en idioma quechua. Bayer empaquetaba ese pesticida –un polvo blanco semejante a la leche en polvo y sin olor a químicos- en pequeñas bolsas plásticas, etiquetadas en español y con el dibujo de un vegetal, en tanto las etiquetas no ofrecían ninguna información de seguridad, ni siquiera en pictogramas, que pudieran ser interpretadas por los habitantes de las aldeas. Un informe del Congreso peruano concluyó en que Bayer debería compensar a las familias afectadas, y éstas iniciaron en octubre de 2001 una acción judicial contra la empresa y su subsidiaria Bayer-Perú, alegando que debieron tomar medidas para prevenir el mal uso de un producto extremadamente tóxico dada la preeminencia de idiomas indígenas en el interior de Perú. Sin embargo, dos días después de iniciada la acción legal el juez de la Corte Superior de Lima desestimó la demanda por “cuestiones de procedimiento” y concluyó sumariamente, e ilegalmente, que los demandantes “no habían planteado de manera adecuada el caso sustancial”. Otra muestra del poder de una multinacional, en este caso quizás presionando o comprando a un juez. El caso es que las familias apelaron esa sentencia ilegal y, por lo que se supo hasta ahora, aguardaban la fijación de una nueva audiencia, mientras acusan además al ministerio de Agricultura peruano de no hacer aplicar las normas sobre pesticidas, dado que en ese país es común la venta sin control de pesticidas de “uso restringido”, como el que causó la muerte de esos 24 niños.

El gran negocio

La globalización ha permitido que se desarrolle una nueva forma de poder, la farmacocracia, capaz de decidir qué enfermedades y qué enfermos merecen cura. Es así como el 90 por ciento del presupuesto dedicado por la industria farmacéutica para la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos está destinado a enfermedades que padece sólo el 10 por ciento de la población mundial. Un tercio de ésta carece de cuidados médicos adecuados. La codicia de las multinacionales del sector, los aranceles, las trabas burocráticas y la corrupción de los propios gobiernos de los países empobrecidos hacen posible que más de 2.000 millones de personas se vean privadas de su derecho a la salud.

Según la OMS, millones de personas en Africa, Asia y América Latina sufren las llamadas “enfermedades olvidadas”, como el dengue hemorrágico, la filiasis linfática, la oncocercosis, la enfermedad del sueño o el mal de Chagas, que afectan a 750 millones de personas y acaban con la vida de medio millón cada año. Enfermedades causadas generalmente por parásitos, transmitidas por medio de agua insalubre o por picaduras de insectos; pandemias que caen en el olvido porque sólo afectan a las comunidades más pobres; y víctimas que no cuentan con el dinero suficiente para acceder a un tratamiento o una medicación adecuada.

El caso del SIDA es un ejemplo claro de la diferencia que se da a unas enfermedades o a otras, según el nivel adquisitivo de quienes las padecen. En sus comienzos fue una enfermedad mortal de la que pocos habían oído hablar, pero cuando pasó a afectar a personas de los países desarrollados con capacidad para hacerse escuchar, asociarse y reclamar su derecho a la salud, las multinacionales farmacéuticas desarrollaron medicamentos que convierten al SIDA en una enfermedad crónica y no mortal. Aún así, más de cinco millones de personas mueren cada año por el HIV y la mayoría de los enfermos –nueve de cada diez infectados viven en países empobrecidos- no pueden pagarse los tratamientos adecuados.

La vacuna contra el SIDA bien podría llevar años encerrada bajo llave en la caja fuerte de alguna multinacional farmacéutica. Para ninguna de ellas sería rentable comercializarla, sobre todo teniendo en cuenta que las personas más expuestas a esta enfermedad no podrían pagarla y que los enfermos de los países desarrollados ya pagan importantes sumas de dinero para su tratamiento. Este es uno de los abundantes capítulos que pueblan el particular código de “ética” de los grandes grupos químico-farmacéuticos.
¿Cómo calculan las farmacéuticas el precio de sus medicamentos?

Para entender realmente el costo de lanzar al mercado un nuevo fármaco hay que remontarse a los primeros estadios del proceso.A lo largo del camino hay varios objetivos y el desarrollo de una nueva droga puede verse suspendido en cualquier momento si se descubre que el tratamiento no es viable.
El desarrollo de un nuevo fármaco empieza esencialmente en el laboratorio, con las pruebas hechas en animales como el ratón.
Pero tan sólo uno de cada diez potenciales tratamientos elaborados en un laboratorio llega a probarse clínicamente en humanos.Y después de probarse en humanos, sólo una quinta parte llega a comercializarse.Las razones más comunes para descartar un tratamiento en este estadio son que sea muy débil, que los efectos secundarios sean demasiado fuertes o que la demanda sea muy baja.

Costos totales
Después viene la etapa de la regulación y promoción del fármaco.
Se trata de un proceso que tarda al menos una década para muchos medicamentos, por lo tanto es costoso.La Asociación de Industrias Farmacéuticas en Reino Unido (APBI) calcula que a las compañías farmacéuticas les cuesta una media de US$1.940 millones sacar un nuevo fármaco al mercado.Estas estimaciones coinciden con las elaboradas por la mayoría de académicos, incluida la Oficina de Economía de la Salud.Sin embargo, su informe 'Los costos en investigación y desarrollo de nuevos fármacos' publicado en 2012, advierte que esta cifra de costo medio debería ser tratada con cautela, ya que puede variar mucho dependiendo de cuál es el objetivo del tratamiento.
El estudio determinó que los costos de tratamientos de cáncer o problemas neurológicos tienden a ser los más elevados debido a su escaso nivel de éxito y a que lleva mucho más tiempo desarrollarlos.
No obstante, el reporte dice, sólo un 10% de los costos totales corresponde a las pruebas de laboratorio y las pruebas clínicas, es decir, la etapa de investigación y desarrollo.
Uno de los factores que aumenta más el precio es el costo de capital, que está vinculado al hecho de que el dinero debe invertirse muchos años antes de que las firmas tengan el producto disponible.

Tira y afloja
Y al definir el precio, las compañías también tienen que tener en cuenta el mercado al que se dirige un fármaco. Cuanto más pequeño es, más alto tiene que ser el precio.
Otro factor importante es que el precio de los medicamentos exitosos debe cubrir las pérdidas por aquellos que no llegaron al mercado, admite la APBI.
Las farmacéuticas también se quejan de los obstáculos regulatorios que enfrentan a la hora de obtener licencias de venta de sus remedios.
En Estados Unidos esto último es responsabilidad de la Administración de Alimentos y Medicamentos, y en Europa de la Agencia Europea de Medicinas.
Una vez se obtiene la licencia, el medicamento tiene que ser promocionado, y es sometido a la evaluación de las autoridades sanitarias de cada país, que tienen que pesar el costo de usar la droga contra cuánto extiende o mejora la vida de la gente.
Si éste se considera demasiado costosa, es probable que eso dispare una negociación entre las autoridades sanitarias y las farmacéuticas para acordar un precio más reducido.
Así que tras el complejo proceso de elaboración de estos medicamentos, en ocasiones su precio final es determinado por la clásica negociación de tira y afloja.

La cura de hepatitis C es víctima de los medicamentos patentados
Una pastilla de Sofosbuvir contra la hepatitis C cuesta en producir 2.5 euros pero se vende por 650 euros. 
Un tratamiento de 3 meses cuesta 55.000 euros.
Existen 800 mil españoles infectados.
Los desorbitados precios marcados para muchos medicamentos se deben a que están sometidos al régimen de patentes privadas, como ocurre con el tratamiento farmacológico contra la Hepatitis C tratada con el fármaco Sofosbuvir. Las patentes sobre un producto, lo son durante un determinado periodo de tiempo (de 15 a 20 años) y otorgan el privilegio a los dueños de la patente de un régimen de exclusividad en el mercado y una amplia libertad de precios, supuestamente para incentivar la “innovación”. Los altos precios no guardan relación alguna con el dinero invertido en su investigación y desarrollo, ni mucho menos con sus marginales costes de producción. Los precios de un medicamento patentado se establecen arbitrariamente al vaivén del mercado y las ambiciones puestas en el gran negocio perseguido por las grandes empresas farmacéuticas.

Entre 130 y 150 millones en el mundo personas están afectadas por esta situación. El 99% de esta población (incluida la española) queda sin acceso al tratamiento, así que resulta muy chocante que no haya una respuesta fulminante por parte de las instituciones políticas responsables de proteger la salud pública frente a la posición abusiva de una empresa estadounidense que tiene el monopolio de la producción de un medicamento exitoso contra la hepatitis C
 


Resulta muy curioso que en España, en medio de grandes recortes en la sanidad pública, no haya una respuesta inmediata por parte de las autoridades políticas para proteger el sistema de salud pública frente al monopolio abusivo de una empresa estadounidense. Ni siquiera se intenta apoyar una alternativa mediante una versión genérica y barata del medicamento, ni se buscan las vías de oposición jurídica a la patente sobre el medicamento contra la hepatitis C dado que tiene importantes lagunas legales. Tampoco se apuesta por la estrategia de unirse a otros países europeos para hacer una compra pública coaligada que resulte ventajosa para conseguir precios más bajos del medicamento. A pesar de ser la salud un bien común básico y universal que debería estar protegido, resulta que la fijación de los precios de un medicamento que salva vidas, como es el caso del Sofosbuvir contra la hepatitis C, responde simplemente a la oportunidad de negocio y a la finalidad de obtener grandes y rápidos beneficios económicos para empresas particulares.
 
Centenares de miles de afectados españoles merecen el mejor tratamiento posible contra la hepatitis C. Sin embargo, la sanidad pública española ya ha dicho que no compraría el medicamento a este precio o que reduciría mucho su compra y limitaría el número de enfermos que podrían recibir su tratamiento. Es verdad que pagar 55 mil euros para un tratamiento de 3 meses podría romper la caja común de los presupuestos para la salud pública española, pero esta opción responde a que no se cuestiona el monopolio de una patente que posee la empresa farmacéutica estadounidense Giliad, que puede poner los desorbitados precios que quiera del medicamento. Pero un gobierno que se precie como defensor del los bienes colectivos fundamentales y el interés común no está obligado a aceptar tales abusos ni ha de convertirse en rehén de los intereses económicos y los suculentos beneficios de empresas particulares.
 
Si el Gobierno Español realmente apostara por defender la salud pública tiene distintas armas para hacerlo, la mayoría son complementarias. En su poder tiene algunos mecanismos para debilitar la posición dominante de la empresa farmacéutica y bajar significativamente el precio del fármaco para hacerlo barato y abundante. Algunas de estas estrategias posibles y necesarias son:

1. Una licencia obligatoria. Cualquier gobierno podría iniciar los trámites para la emisión de una licencia obligatoria que le permite fabricar Sofosbuvir como un producto genérico, tal y como establece el Acuerdo de Doha de Salud Pública de la Organización Mundial de Comercio (OMC) ante casos de necesidad de salud pública. Así podría limitar los derechos de propiedad intelectual en caso de necesidad de salud pública. Mediante estas flexibilidades y excepciones existentes en el derecho internacional el Gobierno Español podría promover la producción de Sofosbuvir por una empresa de productos genéricos a un precio mucho menor, o podría importarlo de otro país en una versión genérica. Concretamente, en el artículo 31 del acuerdo de TRIPS de la OMC se afirma que cualquier país puede emitir licencia obligatorias para “permitir la producción de un producto patentado por otros o utilizar el proceso patentado sin el consentimiento del titular de la patente".
 
2. Oponerse a la patente. Se puede desafiar judicialmente la legalidad de la patente sobre Sofosbuvir, tal y como está haciendo el Gobierno de India, que intenta mostrar la carencia de un verdadero paso innovador que pueda justificar la patente ya que la misma molécula fue patentada previamente como un medicamento contra el cáncer.
 
3. Formar un bloque con otros países europeos para hacer unas compras públicas coaligadas. Se trata de unirse para hacer unas compras conjuntas con otros estados europeos con la finalidad de mejorar la capacidad de negociación y obtener precios significativamente más bajos por el medicamento. Pero está ocurriendo lo contrario, incluso el posible establecimiento de un precio europeo máximo para Sofosbuvir, algo que ha propuesto del Gobierno Francés, ha sido rechazado por la Comisión Europea y por el mismo Gobierno Español. Se trata de una muestra más de la extrema pasividad y servidumbre del Gobierno Español ante los intereses de negocio de las farmacéuticas.
 
4. Negociar conjuntamente con otros países la compra (buy-out) del medicamento o pagar la cesión de la patente a un fabricante de medicamentos genéricos. De esta manera podría fabricar y vender el fármaco com genérico a precios socialmente asequibles. Por ejemplo, Egipto ha llegado a un acuerdo para importar de India el medicamento Sofosbuvir como genérico, a un precio 100 veces menor que el precio exigido por empresa farmacéutica Giliad en Europa.
 
5. Desligar (de-link) la innovación biomédica de la producción y márketing de los productos. Existe un amplio movimiento social y científico en favor de nuevos modelos de innovación guiados por las necesidades sanitarias reales, en lugar de por las meras demandas de beneficios particulares en el mercado. Se trata de incentivar con fondos públicos la investigación médica más urgente sobre enfermedades como la hepatitis C, el cáncer o el HIV/SIDA, con un control público sobre la propiedad intelectual. Esto permitiría la producción de medicamentos genéricos asequibles de acceso universal.
Los enfermos de hepatitis C no solo son víctimas de una enfermedad, también lo son de las patentes y monopolios sobre los medicamentos. Pero existen remedios para ello.
 

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